martes, 30 de septiembre de 2014

No emprendas luchas sin antes conocer si tienes un jefe psicópata o corrupto

Prevenir el acoso laboral no es sólo cuestión de protocolos, sino de que las víctimas potenciales estén advertidas de qué cosas pueden desencadenar el acoso. Y nadie suele creer que pueda ser una víctima potencial, por ceguera voluntaria o porque está demasiado seguro de sí mismo y de su fuerza.
Aunque hay estudios sobre personalidad propensa a sufrir acoso, no son fiables, pero sí podemos establecer tres tipos de acosados: 

-Los envidiables: Personas brillantes y atractivas pero consideradas como peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo que se sienten cuestionados. 
-Los vulnerables: Personas con alguna peculiaridad o defecto, o simplemente depresivos  necesitados  de afecto que dan la  impresión de ser inofensivos e indefensos
-Los que se ven como amenaza: Trabajadores activos, eficaces, que ponen en evidencia lo establecido y pretenden imponer reformas.

En nuestra experiencia es relativamente frecuente el caso de personas que intentan liderar al resto de empleados desde la vía sindical y afrontar los problemas de la relación con los superiores de manera directa y confrontativa. No cuentan con preparación para la gestión de las relaciones con los jefes y se exponen a que si el jefe o inmediato superior tiene componentes psicópatas -difíciles de ver a simple vista cuando todo va bien- empiece un proceso de destrucción.
Siendo personas idealistas las que hacen ese liderazgo para cambiar las cosas, creen que la recta es el punto más cercano entre dos puntos y en su misma bonhomía y falta de prevención revelan los huecos por donde la fiera del acosador que se despierta al ver amenazado el que cree que es su territorio, emprenderá el ataque tóxico.
Personas idealistas como son se creen que todas las instituciones que se presentan como buenas entenderán enseguida el problema y le apoyarán. Y aquí recibirá nuevos y a veces más graves mazazos: esas instituciones las dirigen personas que en contadas excepciones ven todo conflicto como una amenaza a su comodidad, y no harán justicia, es más cómodo que se vaya la víctima por el sumidero que hacer averiguaciones y poner las cosas en su sitio; en efecto, esta práctica la hemos visto con suma frecuencia en jueces, psiquiatras, instancias de la empresa como recursos humanos y sobre todo en los jefes superiores que endosan sistemáticamente al que hace acoso.
Los sindicatos, y más si el acosado empezó su lucha como representante electo, puede encontrarse con que ante el acoso el sindicato no pondrá la carne en el asador igual que lo hizo él. Y no por incompetencia sino porque tienen la experiencia de la falta de justicia, con casos muy documentados que fracasan judicialmente, con psiquiatras de las mutuas que están a generar "rehabilitados", con la impunidad de los acosadores en muchos casos anteriores. Saben que es una mala guerra de desgaste y la afrontan con muy poca motivación. De aquí viene otra decepción más para el acosado idealista. 
Las víctimas no saben qué connivencias puede haber entre un encargado y los jefes superiores, y cuando creen en la superioridad moral de los jefes de arriba, que de primeras le ponen cara comprensiva, es sólo para con el tiempo descubrir que son simples encubridores y para perder mucho tiempo en esperanzas de solución que no van a llegar; si los de arriba no cortan el acoso más que evidente no cuentes que lo harán en el futuro. De nuevo es más cómodo que la víctima se vaya por el sumidero.
Habría que impartir una formación a los futuros empleados que prevenga a los idealistas especialmente, que son los más propensos a sufrir acoso y que se tirarán a la piscina del conflicto con poca agua. Hay tantos que dicen es que yo voy siempre con la verdad por delante, pues ese es el problema y encima como te lo oiga un psicólogo lo tienes peor aún, creerá que necesitas una terapia de choque por narcisista.
Un perfil de acosado idealista es el de tipo predicador, le gusta dar lecciones morales, da imagen de sabelotodo, va de sobrado cuando dice las cosas, y al contar sus conflictos lo dice de un modo que nadie podría tener más razón que él en el mundo y no se da cuenta de que está llamando al acoso. Tiene todavía muchas lecciones que aprender sobre la realidad.

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