jueves, 27 de junio de 2013

Tipos de intervenciones frente al mobbing





Diversas publicaciones recientes tanto del ámbito nacional [por ejemplo,
ESCARTÍN, RODRÍGUEZ-CARBALLEIRA, et al. (2012)] como internacional [por
ejemplo, EINARSEN, et al. (2011)] se han centrado en la tarea de clasificar los
distintos tipos de intervenciones existentes a la hora de abordar la minimización
y erradicación del mobbing. Estos estudios han identificado que la
mayoría de intervenciones sobre mobbing pueden, por un lado, dividirse
en dos, orientadas a los individuos y orientadas a las distintas situaciones
organizativas. Y, por el otro lado, dividirse en tres, intervenciones focalizadas
en la prevención primaria, secundaria y/o terciaria.
Las intervenciones centradas en las organizaciones y sus distintas situaciones
abarcan aspectos como el clima y la cultura organizativa, la organización
del trabajo y la dirección o liderazgo, etc. Por su parte, las intervenciones
centradas en los trabajadores se centran en la adquisición de conocimientos,
el fomento de nuevas actitudes frente al trabajo, el afrontamiento de situaciones
estresantes y conflictivas, etc.
De modo complementario, las intervenciones centradas en la prevención
primaria (la cual podría ser denominada la auténtica prevención pues
es la que intenta evitar que el mobbing tenga lugar) adquieren su relevancia
cuando el mobbing todavía no se ha originado. A su vez, las intervenciones
centradas en la prevención secundaria toman el mando cuando el mobbing
ya está teniendo lugar. Finalmente, las intervenciones centradas en
la prevención terciaria se activan una vez la situación de mobbing ya ha
sucedido.
Como estas diferentes tipologías ya han sido ampliamente abordadas en
la citada bibliografía, no es objetivo de este apartado volver a reiterarlas,
por lo que se invita a las personas interesadas a consultarlas. Sin embargo,
es nuestro interés aquí abordar brevemente algunas intervenciones prácticas
analizando sus acciones y resultados, procurando extraer aprendizajes
y conclusiones para una mejor y más exitosa intervención profesional.
Como podrá apreciarse, la mayoría de las investigaciones-intervenciones
se han centrado en la prevención terciaria a nivel individual. Y es que como
demostró SALIN (2009) en su estudio con más de cuatrocientos ayuntamientos,
las estrategias más usadas para hacer frente al mobbing fueron: 1) el
hablar con las partes implicadas; 2) el entrenamiento, y 3) el asesoramiento
individual (tanto a víctimas como a acosadores). Con un enfoque parecido
pero centrado en el contexto clínico, SCHWICKERATH y ZAPF (2011) en sus intervenciones de terapia psicológica mostraron beneficios en la salud física
y psicológica de más de cien víctimas de mobbing al cabo de un año (por
ejemplo, más optimismo, menos depresión y menos somatizaciones, etc.).
SAAM (2010) realizó una investigación en la que entrevistó a dieciocho
consultores organizacionales especializados en la intervención frente a situaciones
de mobbing. Su objetivo era descubrir cuáles eran las estrategias
de intervención más utilizadas, y qué resultados solían obtener. A raíz
de tales entrevistas concluyó que las estrategias más utilizadas frente al
mobbing eran la mediación (por ejemplo, resolución de conflictos, etc.),
el coaching (por ejemplo, a superiores y directivos para saber manejar situaciones
negativas de sus empleados, a víctimas, etc.) y el desarrollo organizativo
(por ejemplo, cambio organizativo, etc.). Más específicamente,
SAAM distinguió entre los consultores, aquellos que entendían el mobbing
como un conflicto no resuelto entre las partes (normalmente dos: víctima
y acosador, por ejemplo), y aquellos que entendían el mobbing como un
fenómeno multinivel que implica e influencia a todos los niveles organizativos
(por ejemplo, víctima y acosador, compañeros y grupo de trabajo, la
organización como un todo, etc.).
Centrándonos en los resultados de este estudio acerca de las distintas intervenciones
más utilizadas por consultores y profesionales especializados
para hacer frente al mobbing, podemos llegar a dos conclusiones importantes
de gran interés práctico:
1. La mediación no suele ser una estrategia de intervención apropiada
en la gran mayoría de situaciones de mobbing, pudiendo incluso empeorar
la situación haciendo que el conflicto escale hasta niveles más severos
y dañinos [HUBERT (2003)]. Y es que la mediación para la resolución de
conflictos puede ser beneficiosa y apropiada para prevenir la escalada
de conflicto, es decir, en situaciones iniciales (prevención secundaria).
Sin embargo, cuando el mobbing ya está en fases avanzadas (prevención
terciaria), otro tipo de intervenciones resultan más apropiadas. De hecho,
diversos estudios en los últimos años han observado similares resultados
en las distintas intervenciones organizacionales frente al mobbing [por
ejemplo, AQUINO (2000)] desaconsejando mayoritariamente su uso. Ello
obviamente no contradice el hecho de que la mediación sea una estrategia
muy útil, positiva y frecuentemente utilizada, frente a conflictos de
baja intensidad, en donde normalmente las partes enfrentadas ostentan
un poder parecido y, por ende, no existe un serio desequilibrio de poder
[VALLEJO y GESTOSO (2010)].
2. Las intervenciones sobre mobbing más exitosas son aquellas que
entienden el mobbing como un fenómeno multinivel y que, por lo tanto,
abordan el fenómeno (simultáneamente) a nivel individual, diádico, grupal
y organizacional en función de la situación y el caso [VARTIA y LEKA (2011)].
Como ejemplo vinculado al punto anterior sobre la mediación, merece ser
citado el trabajo de JENKINS (2011) quien concluyó de su práctica profesional,
que la mediación no suele dar resultados positivos para hacer frente al
mobbing, a no ser que esta estrategia vaya acompañada de otras genuinas
intervenciones centradas en la organización y su desarrollo. Del mismo
modo, FERRIS (2004) a raíz también de su propia experiencia profesional en
casos de mobbing, concluyó que la mediación no es una estrategia exitosa,
al menos por tres razones: a) las diferencias de poder entre la víctima y el
acosador; b) la inexperiencia de las personas internas (o incluso a veces
externas) de la organización que conducen la mediación (en este aspecto,
FERRIS aconseja encarecidamente el adecuado entrenamiento de tales responsables
para que puedan afrontar dicha tarea con garantías de éxito), y
c) la falta de conocimiento profundo acerca de las diferencias básicas entre
el mobbing y los conflictos interpersonales.
Por último, destacar el papel de las políticas organizativas antimobbing
en la incidencia de este fenómeno tan negativo. COWAN (2011), realizando
un trabajo con treinta y seis profesionales de los recursos humanos y con
dieciocho políticas organizativas, destacó el gran número de políticas escritas
existentes cada vez más en las organizaciones. Sin embargo, su estudio
más pormenorizado ofreció algunos aspectos de alerta a considerar. Encontró
que en la mayoría de situaciones, las organizaciones o los encargados
de estas políticas anti-mobbing utilizaban la más que famosa estrategia del
«copiar y pegar». En otras palabras, si bien existían numerosos documentos
en las organizaciones, muchos de ellos eran re-escritos obtenidos de otras
organizaciones, con escasa o nula adaptación rigurosa al contexto específico
de cada organización. Ello, además de denotar el «real y sincero»
promiso e interés de la organización o sus responsables por tales políticas
antimobbing, solía ser promovido por la necesidad de dar respuesta a un
caso de mobbing ya existente, y no a intervenciones primarias destinadas a
la prevención del fenómeno.
En nuestra actualidad, basta con ir a la página web del buscador Google
y buscar los siguientes términos para hallar un sinfín de documentos
repetitivos. Así podemos hallar por ejemplo protocolos
muy parecidos provenientes de distintas organizaciones, en los cuales se
intuye o aprecia que uno fue originalmente elaborado, y el resto son parcialmente
copias del primero, o más común todavía, copias de distintos
protocolos previos.

Desafortunadamente, lo que este estudio destaca también es que la existencia
de este tipo de políticas no es suficiente per se para una efectiva
prevención del mobbing. Es más, los resultados de COWAN mostraron que
muchos profesionales de recursos humanos, ni siquiera sabían si en su organización contaban con una política específica para la prevención del
mobbing. Por lo tanto, tanto la falta de políticas antimobbing, como su existencia
de un modo laxo y no genuino, mostraron relaciones más negativas
con la aparición de situaciones de mobbing.
Obviamente, una recomendación final que puede derivarse directamente
es la consideración reflexiva y comprometida por abordar en las organizaciones
el fenómeno del mobbing desde una práctica preventiva a todos
los niveles, en las que las políticas a desarrollar e implementar sean pensadas
por y para la propia organización de manera única y particular. Ello no
sólo redundará en beneficios para todos los miembros de la organización,
sino que dará sentido a la inversión de tiempo y recursos realizada, pues de
otro modo suele ser cierto aquello de que «lo barato sale caro».

Jordi Escartín Solanelles

Informe sobre La SALUD MENTAL
de las y los
TRABAJADORES
PATROCINADORES
Elaborado por:
OBSERVATORIO VASCO DE ACOSO MORAL
DIRECTOR CIENTÍFICO:
MANUEL VELAZQUEZ

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