Diversas
publicaciones recientes tanto del ámbito nacional [por ejemplo,
ESCARTÍN, RODRÍGUEZ-CARBALLEIRA, et al. (2012)]
como internacional [por
ejemplo, EINARSEN, et al. (2011)] se han centrado en
la tarea de clasificar los
distintos
tipos de intervenciones existentes a la hora de abordar la minimización
y
erradicación del mobbing. Estos
estudios han identificado que la
mayoría
de intervenciones sobre mobbing pueden, por un lado, dividirse
en dos,
orientadas a los individuos y orientadas a las distintas situaciones
organizativas.
Y, por el otro lado, dividirse en tres, intervenciones focalizadas
en la
prevención primaria, secundaria y/o terciaria.
Las
intervenciones centradas en las organizaciones y sus distintas situaciones
abarcan
aspectos como el clima y la cultura organizativa, la organización
del
trabajo y la dirección o liderazgo, etc. Por su parte, las intervenciones
centradas
en los trabajadores se centran en la adquisición de conocimientos,
el
fomento de nuevas actitudes frente al trabajo, el afrontamiento de situaciones
estresantes
y conflictivas, etc.
De modo
complementario, las intervenciones centradas en la prevención
primaria
(la cual podría ser denominada la auténtica prevención pues
es la que
intenta evitar que el mobbing tenga
lugar) adquieren su relevancia
cuando el
mobbing todavía
no se ha originado. A su vez, las intervenciones
centradas
en la prevención secundaria toman el mando cuando el mobbing
ya está
teniendo lugar. Finalmente, las intervenciones centradas en
la
prevención terciaria se activan una vez la situación de mobbing ya ha
sucedido.
Como
estas diferentes tipologías ya han sido ampliamente abordadas en
la citada
bibliografía, no es objetivo de este apartado volver a reiterarlas,
por lo
que se invita a las personas interesadas a consultarlas. Sin embargo,
es
nuestro interés aquí abordar brevemente algunas intervenciones prácticas
analizando
sus acciones y resultados, procurando extraer aprendizajes
y
conclusiones para una mejor y más exitosa intervención profesional.
Como
podrá apreciarse, la mayoría de las investigaciones-intervenciones
se han
centrado en la prevención terciaria a nivel individual. Y es que como
demostró SALIN (2009) en su
estudio con más de cuatrocientos ayuntamientos,
las
estrategias más usadas para hacer frente al mobbing
fueron: 1) el
hablar
con las partes implicadas; 2) el entrenamiento, y 3) el asesoramiento
individual
(tanto a víctimas como a acosadores). Con un enfoque parecido
pero
centrado en el contexto clínico, SCHWICKERATH y ZAPF (2011) en sus
intervenciones de terapia psicológica mostraron beneficios en la salud física
y
psicológica de más de cien víctimas de mobbing
al cabo de un año (por
ejemplo,
más optimismo, menos depresión y menos somatizaciones, etc.).
SAAM (2010) realizó una investigación en la que
entrevistó a dieciocho
consultores
organizacionales especializados en la intervención frente a situaciones
de mobbing. Su objetivo era descubrir
cuáles eran las estrategias
de
intervención más utilizadas, y qué resultados solían obtener. A raíz
de tales
entrevistas concluyó que las estrategias más utilizadas frente al
mobbing eran la mediación (por
ejemplo, resolución de conflictos, etc.),
el coaching (por ejemplo, a superiores y
directivos para saber manejar situaciones
negativas
de sus empleados, a víctimas, etc.) y el desarrollo organizativo
(por
ejemplo, cambio organizativo, etc.). Más específicamente,
SAAM distinguió entre los consultores, aquellos que
entendían el mobbing
como un
conflicto no resuelto entre las partes (normalmente dos: víctima
y
acosador, por ejemplo), y aquellos que entendían el mobbing como un
fenómeno
multinivel que implica e influencia a todos los niveles organizativos
(por
ejemplo, víctima y acosador, compañeros y grupo de trabajo, la
organización
como un todo, etc.).
Centrándonos
en los resultados de este estudio acerca de las distintas intervenciones
más
utilizadas por consultores y profesionales especializados
para
hacer frente al mobbing, podemos
llegar a dos conclusiones importantes
de gran
interés práctico:
1. La
mediación no suele ser una estrategia de intervención apropiada
en la
gran mayoría de situaciones de mobbing, pudiendo incluso empeorar
la
situación haciendo que el conflicto escale hasta niveles más severos
y dañinos
[HUBERT
(2003)]. Y es que la mediación para la resolución
de
conflictos
puede ser beneficiosa y apropiada para prevenir la escalada
de
conflicto, es decir, en situaciones iniciales (prevención secundaria).
Sin
embargo, cuando el mobbing ya está
en fases avanzadas (prevención
terciaria),
otro tipo de intervenciones resultan más apropiadas. De hecho,
diversos
estudios en los últimos años han observado similares resultados
en las
distintas intervenciones organizacionales frente al mobbing [por
ejemplo, AQUINO (2000)]
desaconsejando mayoritariamente su uso. Ello
obviamente
no contradice el hecho de que la mediación sea una estrategia
muy útil,
positiva y frecuentemente utilizada, frente a conflictos de
baja
intensidad, en donde normalmente las partes enfrentadas ostentan
un poder
parecido y, por ende, no existe un serio desequilibrio de poder
[VALLEJO y GESTOSO (2010)].
2. Las
intervenciones sobre mobbing más
exitosas son aquellas que
entienden
el mobbing como un
fenómeno multinivel y que, por lo tanto,
abordan
el fenómeno (simultáneamente) a nivel individual, diádico, grupal
y
organizacional en función de la situación y el caso [VARTIA y LEKA (2011)].
Como
ejemplo vinculado al punto anterior sobre la mediación, merece ser
citado el
trabajo de JENKINS
(2011) quien concluyó de su práctica profesional,
que la mediación
no suele dar resultados positivos para hacer frente al
mobbing, a no ser que esta
estrategia vaya acompañada de otras genuinas
intervenciones
centradas en la organización y su desarrollo. Del mismo
modo, FERRIS (2004) a raíz
también de su propia experiencia profesional en
casos de mobbing, concluyó que la mediación
no es una estrategia exitosa,
al menos
por tres razones: a) las diferencias de poder entre la víctima y el
acosador;
b) la inexperiencia de las personas internas (o incluso a veces
externas)
de la organización que conducen la mediación (en este aspecto,
FERRIS aconseja encarecidamente el adecuado entrenamiento
de tales responsables
para que
puedan afrontar dicha tarea con garantías de éxito), y
c) la falta
de conocimiento profundo acerca de las diferencias básicas entre
el mobbing y los conflictos
interpersonales.
Por
último, destacar el papel de las políticas organizativas antimobbing
en la
incidencia de este fenómeno tan negativo. COWAN (2011), realizando
un
trabajo con treinta y seis profesionales de los recursos humanos y con
dieciocho
políticas organizativas, destacó el gran número de políticas escritas
existentes
cada vez más en las organizaciones. Sin embargo, su estudio
más
pormenorizado ofreció algunos aspectos de alerta a considerar. Encontró
que en la
mayoría de situaciones, las organizaciones o los encargados
de estas
políticas anti-mobbing utilizaban
la más que famosa estrategia del
«copiar y
pegar». En otras palabras, si bien existían numerosos documentos
en las
organizaciones, muchos de ellos eran re-escritos obtenidos de otras
organizaciones,
con escasa o nula adaptación rigurosa al contexto específico
de cada
organización. Ello, además de denotar el «real y sincero»
promiso e
interés de la organización o sus responsables por tales políticas
antimobbing, solía ser promovido por la
necesidad de dar respuesta a un
caso de mobbing ya existente, y no a
intervenciones primarias destinadas a
la
prevención del fenómeno.
En
nuestra actualidad, basta con ir a la página web del buscador Google
y buscar
los siguientes términos para hallar un sinfín de documentos
repetitivos. Así podemos hallar por ejemplo protocolos
muy
parecidos provenientes de distintas organizaciones, en los cuales se
intuye o
aprecia que uno fue originalmente elaborado, y el resto son parcialmente
copias
del primero, o más común todavía, copias de distintos
protocolos
previos.
Desafortunadamente,
lo que este estudio destaca también es que la existencia
de este
tipo de políticas no es suficiente per
se para una efectiva
prevención
del mobbing. Es más,
los resultados de COWAN
mostraron que
muchos
profesionales de recursos humanos, ni siquiera sabían si en su organización contaban
con una política específica para la prevención del
mobbing. Por lo tanto, tanto la
falta de políticas antimobbing, como su existencia
de un
modo laxo y no genuino, mostraron relaciones más negativas
con la
aparición de situaciones de mobbing.
Obviamente,
una recomendación final que puede derivarse directamente
es la
consideración reflexiva y comprometida por abordar en las organizaciones
el
fenómeno del mobbing desde una
práctica preventiva a todos
los
niveles, en las que las políticas a desarrollar e implementar sean pensadas
por y
para la propia organización de manera única y particular. Ello no
sólo
redundará en beneficios para todos los miembros de la organización,
sino que
dará sentido a la inversión de tiempo y recursos realizada, pues de
otro modo
suele ser cierto aquello de que «lo barato sale caro».
Jordi Escartín Solanelles
Informe sobre La SALUD MENTAL
de las y los
TRABAJADORES
PATROCINADORES
Elaborado por:
OBSERVATORIO VASCO DE ACOSO MORAL
DIRECTOR CIENTÍFICO:
MANUEL VELAZQUEZ
de las y los
TRABAJADORES
PATROCINADORES
Elaborado por:
OBSERVATORIO VASCO DE ACOSO MORAL
DIRECTOR CIENTÍFICO:
MANUEL VELAZQUEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario