jueves, 27 de junio de 2013

El acosado en batalla permanente

Hay que comprender cuál es el imaginario de los representantes institucionales en torno al mobbing, para no crearnos falsas expectativas ni pérdidas de tiempo. Ellos desarrollan tipologías que configuran una imagen negativa del acosado que sale de su nido laboral y empieza a llamar a las puertas institucionales. En esencia la víctima es el problema, el que da problemas. Como mucho lo que le pasa es accidente laboral y por tanto no quieren oir ni hablar de culpables. El mensaje es: compensaremos hasta cierto punto, pero pararemos todo lo que sea ir contra los culpables, que paguen por los años de destrucción psíquica y moral que han provocado en su trayectoria de banalización del acoso.

Ponencia de:
 Antonio GRINDA ALCANTARILLA
Inspector de Trabajo y Seguridad Social en Guipuzkoa


Describimos una serie de situaciones reales, guardando
el debido anonimato, y las implicaciones que se derivan de las
mismas. Son realidades de difícil tratamiento jurídico y que se describen
con el objeto de indicar las carencias de nuestro sistema.
- El acosado que institucionaliza su estado y lo convierte en el motor
de su vida
Ejemplo de este tipo de situación:
Un trabajador de una Administración Local, con un grado superior de
titulación y una dirección de departamento, sufre una situación en el trabajo
que sin duda supone un riesgo psicosocial, y que el mismo interioriza como
un acoso urdido por diferentes niveles de la institución, sea esto o no cierto.
Tras un largo período de baja con una depresión mayor, su situación
psicológica cambia dándole la posibilidad de salir del aislamiento y denunciar
lo acaecido. Sin embargo, y sin poner en duda el riesgo soportado
(es obvio que fue objeto de un menosprecio al no consultarle importantes
decisiones que afectaban a su área de responsabilidad), es lo cierto que:
— Han transcurrido tres años desde los sucesos.
— En buena medida los actores de los hechos no son los mismos.
Ante esto se dan dos circunstancias incontrovertibles:
— La inmediatez en la situación se ha perdido.
— La responsabilidad de la institución puede exigirse pero la culpabilidad
de las personas es discutible dada su escasa o nula participación
en los hechos de los que fue víctima el actor.

Por todo ello, se adopta una línea de actuación tendente a conocer la
verdad como premisa esencial y establecer las condiciones para que el
trabajador recupere su puesto en las mejores condiciones de dignidad, actuando
sobre su entorno en lo que sea necesario.
Sobre el primer objetivo se consigue averiguar lo esencial, y así lo admite
la víctima, colaborando la institución plenamente. En cuanto al segundo
objetivo, además de admitir cuantas cautelas indica el servicio de prevención,
se solicita del agraviado las medidas que a su juicio deben tomarse
para su plena integración en la organización.
Hasta aquí como se ve no existe nada objetable. Sin embargo, en este
punto del proceso comienza el problema. En efecto, por un lado el trabajador
exige una sanción ejemplarizante, que como ya hemos dicho es
inviable a nivel personal y poco equitativa a nivel institucional, y por otro
se señalan unas exigencias desproporcionadas que invaden el poder de
dirección de la administración a la que pertenece el actor y que incluso
podrían ser vistas por otros trabajadores como discriminatorias y atentatorias
a su propia dignidad profesional y perjudiciales para el funcionamiento
ordinario del departamento que dirigía y dirigirá en el futuro esta
persona.
La espiral que entonces comienza dura tres años más, con sucesivos
intentos de reincorporación del actor que tras un breve período (nunca
superior a dos semanas) de presencia laboral en las que las reuniones
con la dirección son constantes, el tema reivindicativo ya indicado es el
único orden del día y la inacción del afectado es total, dado que considera
muy insuficientes las medidas adoptadas, se retorna a la situación
de incapacidad temporal y tras un período prolongado se vuelve a repetir
el proceso.
Como ejemplos de las exigencias a las que se ha hecho referencia se
pueden señalar las más significativas:
— Queja sobre el despacho, el cual tiene 30 m², dos ventanales y los
medios usuales del trabajo actual en una ofi cina.
— Queja sobre la falta de concreción sobre sus tareas, cuando se le
había dado la opción de defi nirlas y tras hacerlo se habían aceptado
por la dirección.
— Queja sobre la falta de directrices, siendo el actor de jefe del departamento,
— Constantes recordatorios de la situación que el trabajador sufrió a
personas que ninguna relación tenían con estos hechos.
Reflexiones que esto infiere:
El actor parte de una situación real, que debe ser reparada, pero ¿cuál es
el límite de sus reivindicaciones?
La Administración en caso de actuaciones exageradas o dañinas por
parte del actor ¿Puede actuar o supondría una violación del principio de
indemnidad?
¿Cuál es la situación de los compañeros y subordinados del actor cuando
éste actúa de forma inapropiada? Y ¿cuál es la responsabilidad de la
administración si tolera estas actuaciones por las razones ya mencionadas?
¿Debe cubrirse el puesto del actor o debe mantenerse vacante hasta que
el actor recupere sus capacidades? Y, en este último caso, ¿no sería esto
gravemente perjudicial para el buen funcionamiento del servicio?
¿Es terapéutica la actitud de tolerar esta situación para el propio actor?
El sujeto tóxico que bajo una aparente victimización empeora el
entorno laboral
Ejemplo de este tipo de situación:
Una trabajadora de alta cualificación trabaja desde su ingreso en una
oficina, la mayoría de sus compañeros tienen una actividad y categoría
idénticas. Desde el inicio de su actividad, se muestra molesta con algunas
personas por presuntos agravios de carácter personal y es muy reivindicativa
con cualquier situación que considere injusta, sea esta percepción
compartida por los demás o no.
Durante los más de veinte años de su desempeño profesional, si bien ha
tenido situaciones de incapacidad temporal, motivadas por depresiones y
otros problemas de índole emocional o psicológica, no ha dejado de estar
poderosamente presente en su centro de trabajo.
En un principio gozo de cierta popularidad, dado su carácter extrovertido,
si bien en la actualidad ha despertado los recelos y aun el rechazo de
su entorno laboral.
La razón de esta actitud de su entorno es doble:
— Por un lado, ha generado una serie de situaciones desagradables
mediante extrañas imputaciones y ha generado problemas interpersonales
difundiendo las opiniones que escuchaba de los demás,
sean estas correspondientes a lo dicho por los autores o simplemente
falseadas.
— Por otro, discute de manera extrema cualquier decisión que le
afecte y que considere perjudicial: el reparto de trabajo, la responsabilidad
asignada, la ubicación de su despacho o la valoración de
su actividad.
Por todo ello, se ha intentado establecer un diagnóstico psiquiátrico,
pero al advertir esta posibilidad acude a un afamado especialista del que
consigue un diagnóstico contrario a lo pretendido por la dirección y sus
compañeros de trabajo.
Llegados a este punto, se lanza a una actividad querellante que implica
denuncias en la inspección de trabajo, en distintas jurisdicciones y en instituciones
que van desde las organizaciones de defensa de la mujer a las
instituciones que defienden derechos fundamentales del ciudadano, como
el defensor del pueblo.
La dirección y los mandos intermedios mantienen una actitud de cautela,
no exenta de cierto temor, ante este despliegue de acciones, lo que hace
que la actora tenga cierta sensación de impunidad y, por consiguiente, genere
todo tipo de episodios de violencia psicológica, montando escenas de
indignación ante presuntas injusticias e imputando a determinados compañeros
de trabajo acciones que, de no ser ciertas (y la opinión general es
que efectivamente no lo son), constituirían sin duda injurias o calumnias.

Informe: LA SALUD MENTAL
DE LAS Y LOS TRABAJADORES
Coordinadores
María Pilar COLLANTES y Juan Ignacio MARCOS

Publicación digital
Osalan y Observatorio vasco del Mobbing

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