Transtorno por mediocridad imperante activa
J.L. Gonzalez de Rivera
Revista Psiquis 1997
El elemento común de los
trastornos por mediocridad es el defecto o inhibición de la disposición
o actitud que hemos denominado 'presión por la excelencia', y cuya presencia,
más o menos operativa, consideramos propia de la naturaleza humana.
Según las formas de asociación
de este defecto con otros síntomas, clasificamos los síndromes de mediocridad
en tres tipos principales:
Tipo 1: Forma simple. Constituye
la manifestación más sencilla, que no es grave, y puede fácilmente pasar
desapercibida. La mediocridad favorece la conformidad, y, en muchas
culturas, la conformidad asegura la felicidad.
El mediocre simple, aunque
es incapaz de toda creatividad, puede seguir caminos ya bien trazados,
es un buen consumidor, se adapta bien al mundo materialista en que vivimos,
y, con un poco de entrenamiento, puede llegar a reproducir en su conducta
las formas externas de procesos creativos de índole tanto artística
como científica.
Tipo 2: Mediocridad inoperante,
un poco más grave, en la que se presentan ya algunas complicaciones
susceptibles de dificultar una buena adaptación. Mientras que el mediocre
simple sigue razonablemente las directrices predominantes, sin esforzarse
más allá de las mínimas exigencias externas, en este segundo tipo se
añaden elementos pasivo- agresivos y una cierta tendencia a imitar los
procesos de actualización del sujeto normal.
Como esta actualización o
'manifestación de los constructos del mundo interno en la realidad externa'
(6) constituye la operación principal de la presión por la excelencia,
hemos denominado al mediocre tipo 2 'inoperante', aunque también hubiera
sido apropiado llamarle .pseudoperante. o Sindrome MIA 3 .pseudocreativo.
Al serle todo igual, y no
distinguir lo bello de lo feo, ni lo bueno de lo malo, el mediocre inoperante
no siente inclinación por propiciar progresos de ningún tipo, y todo
aquello en lo que interviene está condenado al estancamiento. Como ocurre
con muchos trastornos de la personalidad, son las personas del entorno
las que sufren, más que el propio enfermo, que suele estar bastante
satisfecho de su inoperancia o pseudocreatividad.
El mediocre inoperante produce
y estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive al consenso
que al descubrimiento, y prefiere lo trillado a lo innovador. En la
mayoría de los casos, esta patología no tiene grandes repercusiones
sociales, excepto cuando el mediocre inoperante ocupa puestos clave
o de cierta responsabilidad.
En estos casos, la organización
que lo padece empieza pronto a dar muestras de parálisis funcional progresiva,
generalmente acompañada de hiperfunción burocrática, con la que se intenta
disimular la falta de operatividad.
Tipo 3: Mediocridad Inoperante
Activa, abreviadamente, síndrome MIA. Es la variante realmente maligna,
tanto por sus efectos como por sus peligrosas tendencias destructivas
e invasivas. En primer lugar, el individuo afecto de MIA desarrolla
fácilmente una gran actividad, inoperante, por supuesto, acompañada
de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás,
que puede revestir de tintes casi mesiánicos.
Cuando se desenvuelve en
ambientes académicos, por otra parte muy susceptibles a la infección
por MIA, adopta poses de maestro, sin ningún mérito para ello, fenómeno
bien descrito por Oliva. El MIA tiende a infiltrar organizaciones
complejas, particularmente aquéllas que ya están afectadas por algunas
de las formas menores del síndrome.
Fácilmente puede llegar
a encapsularse en pequeños grupos o comités que no producen nada, pero
que se asignan funciones de 'seguimiento y control' que les permite
entorpecer o aniquilar el avance de individuos brillantes y realmente
creativos.
El MIA que tiene algún poder
en puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo
innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su
tiempo, o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos
destinados a dificultar las actividades realmente creativas.
Por otra parte, el Mediocre
Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre
ante el bien y el progreso ajenos. Mientras que las formas menores presentan
simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además
destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados
sistemas de persecución y entorpecimiento.
Nunca reconocerá, por ejemplo,
los méritos que un individuo brillante realmente reúne para lograr un
premio o posición, sino que atribuirá todo éxito ajeno a relaciones
con personas influyentes o injusticias del sistema.
De la misma manera, fácilmente
callará cualquier información que permita valoraciones positivas sobre
otros, mientras que amplificará y esparcirá todo rumor o dato equívoco
que invite a la desvaloración y desprestigio de esas mismas personas.
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