Las niñas, ya
desde su adolescencia, sienten que si quieren llegar lejos no les basta
con imitar a los chicos, sino que deben dar lo mejor de sí mismas y un
poco más. La competición es dura, recuerda Davis-Laack, que explica cómo
el estrés se encuentra ya presente en la infancia femenina. La
psicóloga coincide con el análisis de Deresiewicz cuando señalaba que,
para los jóvenes, el fracaso ya no es una opción, lo que tiene dos consecuencias negativas. Las etapas vitales de la mujer se suceden a mayor velocidad. Por una parte, la aversión al riesgo que manifiestan gran parte de los jóvenes contemporáneos, y que les conduce a evitar todos los retos, y por otra parte, el burnout
a una edad temprana, un problema psicológico que solía manifestarse a
una edad más avanzada. Sin embargo, el proceso que siguen hombres y
mujeres es muy distinto, debido a las diferentes etapas de la carrera
que suelen caracterizar la evolución laboral femenina. La psicóloga Barbara White
las dividió en los siguientes cuatro grupos: el desarrollo temprano, la
transición de principios de los 30, el asentamiento a punto de cumplir
los 40 años y el éxito y el mantenimiento de este.
Al llegar a la mediana edad, algunas mujeres se dan cuenta de que el esfuerzo no merece la pena. (Corbis). Estas
fases son más aceleradas en el caso de las mujeres que en el de los
hombres, explica la psicóloga, puesto que es más difícil para ellas
encontrar un equilibrio entre la vida personal –especialmente en lo que
atañe a las relaciones de largo plazo y a ser madres– y la profesional.
Por eso muchas al llegar a la cuarentena se dan cuenta de que han
dedicado demasiado tiempo a un trabajo que no les hace felices y han descuidado su vida personal hasta el punto que les resulta complicado ponerse al día.
Hay
que olvidarse de mantras como 'tengo que llegar más lejos', 'las buenas
madres hacen muchas cosas' o 'lo puedo hacer todo yo sola'. La diferencia sustancial entre el burnout masculino y el femenino se encuentra, para Davis-Laack, en las diferentes fases del proceso. Como puso de manifiesto una investigación publicada en BMC Public Health, los hombres primero experimentan cinismo, y más tarde, cansancio, lo que provoca que sigan trabajando hasta que alcanzan la inmovilizadora ineficacia.
Sin embargo, las mujeres sienten primero el cansancio, seguido por el
cinismo y la ineficacia: esta alteración de factores provoca que ellas
se sientan desencantadas antes con el trabajo, y es una buena explicaciónde porqué el burnout femenino parece más extendido.
El consejo que propone la psicóloga para evitar esta situación es olvidar todas las nociones del éxito
que nos han inculcado desde pequeños, tanto en el colegio como en la
familia. Ello incluye olvidarse de los mantras antes indicados y otros como “tengo que
llegar más lejos”, “lo importante son los demás, luego me preocuparé
por mí” o “no puedo parecer débil”. Maldiciones que las mujeres se
imponen a sí mismas y que consiguen que se sientan cada vez más quemadas
con ese trabajo hasta que, finalmente, lo abandonan decepcionadas y con
la sensación de que, efectivamente, ése es un mundo de hombres.
Artículo completo en: El Confidencial, alma, corazón y vida
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