El pasado 27 de abril fallecía don Angel Telo Gómez, presidente de la Asociación Hirigoyen y alma mater de la misma en los últimos años. Un nuevo fallo cardíaco, al que estaba abocado tras varios amagos en los últimos tiempos, lo apartó de la vida, a los 64 años de edad.
Vino a la Asociación para ayudar desde aquí a su esposa, sometida a duro acoso laboral; consiguió con su constancia y dedicación, importantes triunfos, no sólo para ella sino también para buena parte de los asociados -bien entendido que éstos se dejaban ayudar. Y seguía implicado en esta lucha sin cuartel que es la defensa de las víctimas de acoso, en procesos que duran varios años, siempre sin cansancio y fijando las mejores estrategias. No era abogado, pero su experiencia política, sus buenos amigos juristas y su propia sagacidad natural, le daban el acierto en las estrategias a adoptar.
Cansado de la política de partidos, dedicaba su acción en beneficio del entrañable y costero pueblo de Barrika, donde era vicepresidente de la agrupación independiente.
Fue un luchador por las libertades, producto típico de la generación de los años 50 cuyo estándar canónico se cumplió en él a la perfección, amante e investigador de la cultura vasca, pero sin abandonarse a las poltronas, por muy progresistas que fueran, inquieto de la cultura, hombre de radio, de radio independiente claro está, la radio de Uribe Costa, donde peroraba durante horas sobre cultura, sobre poesía y sobre todo lo habido y por haber, hasta que le obligaron a abandonar.
Se quejaba a veces de no haber sido lo buen padre que hubiera debido, pero de alguna manera volcaba su sentido paternal en las personas que veía acosadas, humilladas. Fue el paño de lágrimas de bastantes, víctimas del acoso laboral, que le llamaban a deshoras y él siempre estaba pendiente de ellos, si hacía falta les reñía porque se cerraban en sí mismas, comprensiblemente, pero poniendo en juego la estabilidad familiar, cuando demasiado a menudo falta la paciencia en los próximos a la víctima. Iba más allá de la problemática judicial y sabía aconsejar, siempre exigente eso sí, en todos los entresijos vitales que se ven afectados por el acoso.
Hubo un momento en que un sindicato quiso apoderarse de la asociación, a la que habría conseguido instrumentalizr, pero tuvieron que retirarse por la franca oposición de Angel; también supo marcar la línea para conjugar la terapia psicológica siempre necesaria con el combate ante las instituciones y profesionales, algunas veces implicados sobrevenidos del acoso, médicos, inspectores de trabajo, responsables de recursos humanos, etc. Y siempre tuvo muy claro, como cualquier observador puede constatar, el ninguneo general de todos hacia las víctimas del acoso, las internas y las institucionales con sólo tres excepciones entre los juristas, aunque no los nombraremos, que no se dejaban llevar del falso argumento del ninguneo judicial para evitar un supuesto efecto llamada. En realidad, se trata de una cultura dominante que en los frontispicios pone muy alto los derechos humanos, pero luego en la práctica considera que las víctimas son un fastidio y que lo mejor es tratarlas como culpables para que desistan.
Soñó con traer a Bilbao a Marie France Hirigoyen, la gran experta en acoso moral, de la que se tomó el nombre para la asociación, pero la distancia y escasez económica lo impidieron.
Con la crisis se negó toda ayuda pública a la asociación, una muy grave insensibilidad, si tenemos en cuenta que psiquiatras y psicólogos se ven impotentes ante el deterioro de las víctimas de acoso y nos derivan a muchos de ellos, lo que permite constatar el fracaso de instituciones con buenos presupuestos, asesores y organismos varios que llevan vitola de vigilantes victimales. La asociación sin presupuesto, sin amigos en el poder, en el trabajo independiente y de base, está siendo genuinamente eficaz en la ayuda real a las víctimas.
Al final de su vida, todo se concitaba contra él, con un acoso desde distintos frentes, sorprendentes por su intensidad, pero no dejaba de tener en la cabeza los casos de los asociados que llevaba directamente. Simplemente ya no podía más y su gran corazón dijo hasta aquí hemos llegado.
Dejó una gran huella en los asociados que más le tratamos y quedará siempre en la memoria de todos.
Descanse en paz.
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